YESICA Y LOS TRENES*
Delgada,
apurada, casi eléctrica,
en
pocos minutos dibuja un cuerpito
de manos truncas y ojos vacíos.
La escuela es esa cárcel a la que entra
si
la tía la lleva en bicicleta hasta la puerta.
Yésica
sonríe, porque sabe pedir.
Adelanta
la hoja, simpática y torpe,
reclama
un diez, algo que compense
su
esfuerzo, obligada a dibujar un cuerpo
que
se le escapa.
Yésica
casi no habla con las nenas,
a
veces pelea. Lleva una camisa de jean
de
un azul deslavado, desteñida como la figura
de
un padre que se fue.
Cuando no va a la escuela
se
queda en la estación pidiendo monedas.
Casi
nunca tiene miedo, salvo esa vez
que
se quedó hasta tarde y cuenta:
-
Si están los grandes te “bolsillean”.
En
los vagones viaja, se calma envuelta
en
el fondo de un asiento, amparada en el hueco,
flota
en el vaivén de un tren que la adormece.
Duerme
y sueña, como si otro vientre
la
llevara a un lugar nuevo.
* Cuando cumplió 12 años Yésica estuvo internada en el Tobar García. En el barrio cuentan que se escapó.
María Victoria Fabre. Mención de Honor en el 5º Concurso Literario Nacional "Paco Urondo". Villa María. Córdoba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario