Entre los portadores de un discurso
autorizado sobre la niñez, la escuela y el médico pediatra, ocupan mucho antes
que nosotros, psicólogos y psicoanalistas, un lugar privilegiado. Gracias a la mirada atenta de estos profesionales recibimos tempranamente, y entonces a
tiempo, la consulta de padres que perciben un desajuste que deriva en malestar,
en sufrimiento y en el que las respuestas que ofrecen otros espacios no
alcanzaron.
Tenemos la tarea de dialogar con otras
disciplinas, de conectarnos con otros discursos, de tal forma que nuestra tarea no sólo
transcurre en orden a la legalidad del inconsciente y en la soledad del
consultorio. Debemos recibir información, ayudar a tomar decisiones, dar
orientación a aquellos que aunque conozcan nuestro trabajo, no conocen la
especificidad de nuestro discurso. Debemos orientar con claridad y al mismo
tiempo preservar la privacidad del
paciente, tenemos que discutir la pertinencia a no de una medicación junto
con sus efectos subjetivos. Es necesario
aproximarnos a estos otros discursos para poder dialogar.
Desde la Psicología Cognitiva ha surgido el
interés por las interacciones entre la madre y el niño, ya no ligadas a los intercambios
afectivos sino a la transmisión de la cultura y muy especialmente la
adquisición del lenguaje. Así es que Bruner observa como la madre establece
pequeños formatos o rituales, con los que se ejercita el lenguaje, presentando los
significados, recibiendo la respuesta del niño y ampliando progresivamente el desafío.
Esta
concepción de gran importancia para la formación del docente, vinculada a los
aportes de Jerome Bruner siguiendo a
Vigotsky, surge de una Psicología enfocada en la conciencia y que formando parte de un discurso de circulación actual, renueva otros saberes
tradicionales para el campo educativo.
Entiendo que es un discurso con el que
podemos dialogar, agregando que esta posibilidad que tiene una madre de “prestar
su conciencia” al niño, pensar con él
y “negociar significados”,
parte de una posibilidad que se
encuentra jugada desde su posición subjetiva. Cualquier orientación que no integre en el
marco la aceptación de una responsabilidad subjetiva, tendrá
corto alcance. Es allí que la función del psicoanalista se revela en su especificidad.
La siguiente viñeta pretende llevarnos a
la reflexión sobre los discursos que llevan a un niño y su familia a la
consulta con el psicoanalista.
Un niño de
3 años y medio es traído a la consulta por sus padres. Orientados por la escuela y derivados
por el pediatra traen los siguientes índices de preocupación:
no come sólidos, no controla esfínteres, posee un pobre desarrollo del
lenguaje.
El informe escolar de la maestra jardinera
indica: “ el niño es
capaz de mandar mensajes cortos, pero algunas veces le cuesta decodificar,
comprender y responder el mensaje de otro niño, no obstante se interesa por el
otro y pregunta ¿Qué? Tiene
estallidos emocionales, pataleos y reacciones de desobediencia. Cuando se le
pregunta que ocurrió contesta solo con monosílabos, le cuesta mucho relatar un
hecho; necesita la ayuda permanente de las preguntas. Con
respecto a sus pares le gusta observar las actividades de los compañeros pero
no se incluye. En cuanto al juego simbólico, no imita roles del adulto,
prefiere el modelado con masa y los juegos de construcción.”
La
entrevista a padres permite ubicar en la
madre temores propios con respecto a encontrarse sola, temores que se
acrecentaron después del nacimiento de este niño. A la hora de comer la
asalta el miedo de que se atragante. El padre tiene registro de
estas ansiedades en su esposa y la
incentiva para que modifique las pautas alimentarias.
Destacando
la importancia de trabajar en entrevistas con ellos me propongo observar
previamente la interacción del niño con los padres a través de una hora de
juego.
En esta primera hora de juego el
pequeño se mantiene algo distante de mí e interactúa solo con sus padres. Se
perfila notablemente la diferente actitud hacia el lenguaje y el movimiento que hay entre la mamá y el papá, y
se verifica el acoplamiento del niño a esa diferencia.
Obtengo su atención a partir de un libro con
figuras de animales, el mismo lo sacó de
la caja y tiró al piso. Se lo muestro y le ofrezco una breve descripción de una
escena utilizando palabras sencillas: -“¡Mirá
que hay acá! ¿Lo conocés...? ( Silencio del niño)
-“ Es un gato”. Sergio repite “- ato.” y sonríe.
El papá se incluye en el diálogo, le
ofrezco el libro para que lo sigan mirando. De
esa manera va reconociendo,
señalando y nombrando solo a partir de las últimas sílabas a los nombres de animales. Intento incluir a la mamá y aunque se acerca al
libro, logra poner pocas palabras. En la
siguiente sesión los padres comentan que su hijo ha comido milanesas. La madre
recalca: “Por suerte no se atragantó...”
Detendremos el relato en el punto
en que comienza a abrirse una pregunta
en la mamá: - “Me quedé pensando, a usted le contestó cuando le mostró el libro... A mí no me contesta, no
sé por qué conmigo no habla...Una compañera me decía la otra vez, vos le hablas
como un bebé... ¿Está mal doctora?
Desde una lectura cognitiva la
viñeta permite ver las interacciones de los padres y el niño en cuanto a la
oferta de lo que Bruner llama formato facilitador de la construcción del
lenguaje. Vemos un padre capaz de proponer y ampliar las expectativas de
aprendizaje y movimiento, una mamá que inmovilizada no puede proveer estas
herramientas.
Desde una lectura psicoanalítica nos
preguntamos qué implica para esta mamá que su niño comience a comer sólidos,
que comience a hablar y a integrarse a un grupo de pares. ¿Podrá ceder el hijo
bebé para permitir su circulación? ¿Podrá aceptar que comience a faltarle?
Este padre que en principio
parece con mayores recursos para sostener a este niño,
¿Qué lugar ocupa frente al deseo de la madre?
Su lugar no depende solo de aquello que convencionalmente podemos
denominar “ que sea un buen padre”, sino del lugar al que la mirada de la madre
lo devuelva, se trata de la posición del padre en el Edipo, se trata de su
función estructurante.
Estas preguntas nos llevan a
considerar lo que no va de suyo cuando
se trata de la consulta por un niño, y es para quién o quienes será el
tratamiento. Parece prioritario el inicio de una pregunta en la madre, que no
estará desconectada de la elaboración
de aspectos de su propia historia.
En el niño hay una relación
distinta a la palabra, lo que hace que debamos ofrecerle pequeños objetos con
los que poner en juego lo que esta pasando en su estructura. El niño es traído
a la consulta, lo que lleva a que tengamos que escuchar a los padres,
alojarlos, crear con ellos un vínculo transferencial.
Es así, que el trabajo con los
padres tiene un lugar fundamental en el tratamiento de los niños: en
entrevistas, en horas de juego compartidas, desde las cuáles atender al cruce
de discursos y ubicar allí el lugar del niño.
A partir de ello veremos entonces en qué posición,
en qué momento de efectuación de la estructura está el sujeto, lo
que orientará nuestras intervenciones.
Pensamos aquí un niño
en posición de objeto, como lo plantea Lacan, “realizando el objeto del
fantasma materno”, con lo que nuestras
intervenciones, sean con el niño o con los padres, estarán orientadas a que
pueda separarse de ese lugar que tiene
para el Otro y entrar en el discurso.
Bibliografía:
- Berkoff, Mirta: “Niño como objeto, niño como
síntoma”. Incidencia de estas posiciones en la Dirección de la cura. Ciclo de
Seminarios breves 1999. Centro Dos.
- Bruner. Jerome: “Realidad mental y mundos
posibles”. Capítulo: La inspiración de Vigotsky. En Selección de textos.
Cátedra Dr. Freiría. Psicología CBC. UBA.
- Bolón
Varela Flavia, Fabre María Victoria: “Los formatos de la adquisición del
lenguaje” Ateneo 2001.Cátedra Dr. Freiría.UBA
- Levín, Esteban: Interconsulta en infancia:
¿Dónde está el sujeto? Imago Agenda.
N°91 Letra
Viva .2005.
Publicado en Documento de Trabajo
VIII Jornada de la Red. Pág. 43 a 48. 1° Edición. Buenos Aires. Editorial de Los
cuatro Vientos. 2006
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