Gabriela Mistral, desorden de mujeres.
“Yo me temo mucho que vaya a fracasar la linda
intención del señor Ministro Aedo, de someternos a una encuesta verbal, a una
confesión clara, a un testimonio. Y que fracase a causa de nuestra malicia de
mujeres y, sobre todo, de nuestro radical desorden de mujeres. Querer reducir a
normas y poner en perfil neto nuestro capricho consuetudinario, es una empresa
de romanos que nosotras podemos desbaratar entera, fingiendo que la
obedecemos”. [i]
Estas son algunas palabras de Gabriela
Mistral en el poderoso discurso hecho acontecimiento dentro del encuentro con otras dos grandes: Alfonsina
Storni y Juana de Ibarbourou, que se dio en Montevideo para 1938. Desde
allí podemos recuperar la dimensión subversiva de la
poesía escrita por mujeres a mediados
del siglo pasado en Latinoamérica. Mistral es tal vez una de las poetas
americanas más sacralizadas y a la vez quien
mejor se ofrece para develar una complejidad y riqueza que no se subsume
a la norma.
Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy
Alcayaga, nació en Vicuña, Chile en 1889
y fue la niña que a los diez años, acusada de robar un cuaderno en su
escuela, recibió la humillación y castigo de recorrer el patio mientras sus
compañeros le gritaban a coro “ladrona”.
También la primera poeta iberoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1945, con el
seudónimo que usará siempre: Gabriela Mistral.
Aquella marca en la infancia determinó que su madre la retirara de la
escolaridad formal para continuar sus
estudios con la hermana mayor y
más tarde de forma autodidacta.
Como otras poetas de su tiempo fue
pronto maestra, una tarea emprendida por
mujeres y claramente vinculada a un imaginario que ponía en continuidad el rol
de madre y la enseñanza de los primeros años. Pero si Mistral introdujo el
lugar del niño en la poesía no lo hizo de manera inocente, aún desde un
registro de ternura y cuidado instaura
una dimensión social que bien denuncia
la mirada esquiva y el desamparo al que se lo expone.
En un lúcido ensayo “La mujer y las
máscaras en Gabriela Mistral”, Mónica Barrientos reflexiona sobre la operación
discursiva que realiza la poeta:
“Es precisamente en este resquicio, en
este “fingir que obedecemos” donde
surge, dentro del discurso cultural, la imagen de una identidad que ha negado
su propia subjetividad y que intenta reconstruirla. En esta disyuntiva,
Gabriela Mistral reconoce otras subjetividades, otras identidades como son el
indígena, el campesino, los niños y la mujer.” [ii]
¿De qué se trata una escritura
femenina sino de incluir al otro, al diferente,
desbordar los márgenes para integrar o amar?
“Me
siento como una acumulación de hablas reunidas. Apenas llevo el acento
individual, la voz que lleva un nombre solo”[iii], dice mientras
presenta a Alfonsina, a Juana y recupera la importancia de quienes las anteceden: las poetas uruguayas Delmira
Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira, tan pronto desaparecidas.
La locura es otra de los tópicos a
analizar en su obra. Es en “Locas Mujeres”,
dentro de “Lagar I” donde plasmará un discurso sobre lo que no se
subsume a una esencia, ese mujerío “al presentar una variedad de voces
femeninas que hablan desde la intimidad. Su discurso es íntimo y
confesional llama a las otras a
participar de este mujerío: la abandonada, la ansiosa, la bailarina, la
desasida, la dichosa, la fervorosa, etc. sólo por nombrar algunas de la primera
serie. Esta enumeración es el primer elemento importante, ya que nos
enfrentamos a un universo plural, a una sinfonía de voces que carecen de nombre
propio, por lo que podríamos llamarlas las
innombrables” [iv]
En Gabriela Mistral, la locura se
entiende como una forma de plantearse y replantearse frente a una sociedad
masculina. Dice Barrientos: ” La mujer
loca es una imagen que escapa al intento de clasificación, por lo que para la
autora es una de las formas que tiene para manifestar, una vez más, una crítica
a la sociedad en que está inserta. Es una elección política y consciente de
representación de su propia individual”
Su biografía estuvo siempre cercana a la desolación y la tragedia
pero también plena de apertura a un lazo con el mundo en su labor diplomática,
a un quehacer generoso en la pedagogía, al viaje como instancia de felicidad.
Sin dudas hubo en ella una potencia capaz de sobrellevar situaciones muy duras.
Primero el suicidio de quien había sido su novio en la juventud, episodio con
el que se relacionan la escritura de
“Los Sonetos de la muerte”, luego el de los queridos amigos: Stefan Zweig. y su
esposa. Pero sin dudas la tristeza capital llegó con el suicidio a los 18 años de su hijo adoptivo, a
quien llamaba Yin Yin.
"La mala muerte entró por mi casa y más malvada que nunca. Mi
niñito no se fue por dolencia, se me mató", escribía Gabriela poco después de que su hijo Juan Miguel
Godoy, se quitara la vida en 1943. La escritura se convirtió entonces
en su refugio, en un intento de
abordar interrogantes que vuelca también en la correspondencia que
mantuvo con Victoria Ocampo. Dedicó cuadernos enteros al recuerdo de ese hijo,
material que solo recientemente es
accesible, aunque en gran parte se mantiene inédito.
Gabriela falleció en 1957, en Estados Unidos, acompañada por Doris Dana, su
secretaria, amiga y probablemente
pareja, como parecen indicarlo cartas y documentos privados. Este material
regresó a Chile en 2007 e incluye una gran y variada cantidad de información que permitirá conocer
aspectos públicos y privados de sus últimos 20 años de vida y serán el punto
de partida de nuevas miradas sobre su obra.
PIECECITOS
A doña Isaura Dinator.
Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!
Gabriela Mistral
[i] Texto leído por Gabriela Mistral en el
Instituto Vásquez Acevedo, con ocasión del curso latinoamericano de vacaciones,
realizado en Montevideo, Uruguay en 1938. Asisten a este curso junto a Gabriela
Mistral, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou.
[ii] Mónica
Barrientos Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid2008
[iii] Lorena Garrido. 2005. «Storni, Mistral, Ibarbourou: encuentros en
la creación de una poética feminista». Documentos Lingüísticos y Literarios 28: 34-39
www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=90 (Dirección Electrónica)
www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=90 (Dirección Electrónica)
[iv] Mónica
Barrientos. Op. Cit.