miércoles, 25 de octubre de 2017

Frida en Buenos Aires





 “Para Frida lo tangible es la madre,
        el centro de todo la matriz; mar,
          tempestad, nebulosa, mujer”

Diego Rivera

        Aquel sábado,  cuando visité el Malba[1], la lluvia pesaba en el abrigo y en los zapatos. Algo se hizo más liviano cuando me encontré frente al cuadro de Frida; contemplándolo tras un vidrio y sobre una pared azul, se tradujo con la transparencia del agua. Auténtica,  esa imagen que había visto en pequeñitas reproducciones de libros, emergió tan vital que por su contradicción,  me hizo pensar en el dolor.

       Se sabe que Frida sufrió mucho por las lesiones que le trajo un accidente, también con los intentos de la medicina de su época por curarla, repetidas operaciones  que apenas fueron paliativos. Pero más me interesaron los animales de Frida. Se me ocurrió que una mujer lleva su flora y animales y en ellos sostiene parte de su enigma. Abren esa dimensión irracional que renueva lo vital, donde  habitan el amor y el deseo.

       En el autorretrato se la ve erguida,  como si un hilo imaginario tensara hacia lo aéreo su estar en el mundo. Aunque André Breton la dimensionó como surrealista,  rechazó ser identificada con ese movimiento: «Se me tomaba por una surrealista. Ello no es correcto, yo nunca he pintado sueños, lo que yo he representado era mi realidad.» Tanto la enfermedad como el sufrimiento ligado a su conflictiva vida con Diego Rivera aparecen plasmados en sus cuadros, a través de un cuidadoso uso de las imágenes como símbolos,  en una dualidad que va de la extrema desazón hasta la esperanza

     Frida trae en su mirada, la evocación y el registro de sus amores, la centralidad de la historia con Diego Rivera, el encuentro con León Trosky,  Arte y revolución como causas que trascienden un orden cerrado, ligazón a ideales que anclan el amor, la sexualidad y redimensionan el encuentro de un hombre y una mujer en una época. Se trata de las causas que en el deseo compartido se sostienen. Formas de encuentro que superan las convenciones, que no conviene enmarcar en ningún concepto, puesto que Frida crea su mundo.
        « Mi Diego: Espejo de la noche. Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos. Todo tú en el espacio lleno de sonidos - En la sombra y en la luz. Tú te llamarás AUXOCROMO el que capta el color. Yo CROMOFORO - La que da el color. Tú eres todas las combinaciones de números. La vida. Mi deseo es entender la línea la forma el movimiento. Tú llenas y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz».[2]
     Traccionada por el deseo de ser madre se encontró repetidas veces con el dolor y la imposibilidad. Marcas que tradujo en sus pinturas. En la obra  Autorretrato con chango y loro, su belleza estoica se acompaña de un fondo vegetal. En la Casa azul, donde nació, habitaban cantidad de animales exóticos, monos, loros,  gatos y hasta venados, sus mascotas preferidas. Allí compartió la vida con Diego Rivera, entre 1929 y 1954.
    «Nada vale más que la risa. Es fuerza reír, y abandonarse, ser ligero. La tragedia es lo más ridículo que tiene "el hombre" pero estoy segura que los animales, aunque "sufren" no exhiben su "pena" en "teatros" abiertos ni "cerrados" (los hogares). Y su dolor es más cierto que cualquier imagen que pueda cada hombre "representar» [3]

      Rivera presenta  su obra  como:   «un realismo tan monumental, que en su espacio todo,  posee N dimensiones; en consecuencia piensa al mismo tiempo el exterior, el interior y el fondo de sí misma y del mundo».   En este «autorretrato recurrente» como lo denominaba Diego[4],  Frida encontró las fuerzas que en apariencia no tenia, para localizarse y proyectarse a sí misma. Real, en la intensidad de una mirada que asume la vida.



[1] El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) – Fundación Constantini, creado en 2001,  es una entidad  privada sin fines de lucro con un patrimonio de aproximadamente 400 obras representativas del arte latinoamericano, desde principios del siglo XX hasta hoy.  Combina un calendario de exposiciones temporarias, con la exhibición estable de su colección institucional a la que pertenece el cuadro Autorretrato con chango y loro. 1942. Óleo sobre masonite.  54,6 x 43,2 cm.
[2] Kalho, Frida, Lowe Sarah, Fuentes, Carlos. El diario de Frida Kalho. Un íntimo autorretrato. La vaca Independiente SA de CV.  2008
[3] Kalho, Frida, Lowe Sarah, Fuentes, Carlos . op. cit.
[4] Tibol, Raquel: Frida, Kahlo. Una vida abierta. Universidad nacional Autónoma de México. 2002